Mente y corazón, inteligencia poderosa y
exquisitos sentimientos, he aquí la característica de todo hombre
verdaderamente genial.
Mente despierta a las ideas sublimes, y corazón
abierto a los impulsos generosos y a las afecciones puras, es la mayor perfección
del alma humana.
No en todos los hombres que el vulgo aclama por
su saber o su bondad, resplandecen al par la bondad y el saber con sus
peculiares fulgores. En la mayor parte del género humano se contraponen
pensamientos y sentimientos, concepciones y voliciones, inteligencia y
voluntad. La tan deseada perfección del pensar honda y bellamente, y del noble
y elevado querer, es muy raro de hallar en un solo individuo.
¡Cuántos sabios desperdigados por el mundo, que
después de sus metafísicas abstracciones, de sus largas horas de estudio en que
el pensamiento revoloteó por las esferas de lo suprasensible, se abaten, se doblegan
a los sentimientos instintivos de su flaca naturaleza, rodando por la pendiente
de concupiscencias groseras, de intereses bastardos y egoístas!...
¡Cuántos hombres, también de excelente corazón,
de virtud sin tacha, de afectos sin dobleces, de inclinaciones a todo lo bello
y delicado, puros, integérrimos, sencillos…, son incapaces de ascender por un
minuto siquiera a las altas regiones de la sabiduría donde horas y horas
permanece el genio!...
Los primeros son como las águilas, que se
pasean por el espacio, mirando al sol, y luego, en un momento, descienden rápidas
al surco para satisfacer el cruel capricho de devorar algún animalillo, que,
descuidado e inocente, cruzaba por la tierra. ¡Qué de sabios no bajarán desde
las alturas de su saber al mundo de sus miserables deseos, y hundirán sus
garras de hombres en el plumaje blanco de una inocencia!...
Los segundos, los hombres de sentimientos
puros, castos y bellos, aunque de inteligencia obscura, mísera y vulgar, son
como esas mariposas de finísimas membranas irisadas que sólo vuelan de flor en
flor…
San Gregorio Nacianceno fue al mismo tiempo
eminentemente sabio y exquisitamente sentimental.
Y este corazón tan puro, tan delicado, tan
amable, no en otra parte se formó sino en aquel santo hogar de Nacianzo, bajo
la tutela de sus amorosos padres. San Gregorio –cuya vida reseñamos el día 1.°
de Enero- y Santa Nonna, la madre ejemplar, la gran cristiana, que apenas
nacido su hijo, santificó en cierto modo sus labios y sus manos, haciéndole
besar y tocar las páginas sagradas del Evangelio.
Y aquella inteligencia fecunda, próvida en
manantial de luces, se nutrió, primero en las aulas de Cesárea palestinense,
luego en la célebre universidad alejandrina, después en los floridos liceos de
la elegante Atenas, y siempre, en la Escuela inmortal de Jesucristo. ¡Así fue él
en sus famosos escritos, ora docto, ora bello, ya austero y grave, ya delicado
y tierno, y en todo instante, en cada una de sus páginas, recatado, honesto,
fervoroso y temeroso de Dios! ¡Así dominó la prosa y el verso, el discurso didáctico
y profundo, y el epigrama donoso y gentil!...
Mente despejada y limpia como un cielo de tarde
serena, y corazón sano, abierto de par en par a las nobles afecciones, a manera
de esos intercolumnios de crugía conventual por donde entran efluvios olorosos
de cercana huerta, los pensamientos y los sentimientos todos de este ínclito
Doctor, revistieron siempre ese matiz, ese tornasolado iris de profundidad y
belleza que constituye el ideal de la humana perfección.
Fue sabio, fue artista, fue santo… El ser
humano no puede llegar a más. Sabiduría, Arte y Santidad, son tres gracias que,
muy de tarde en tarde, se hallan reunidas en un solo hombre.
Si tan difícil es hallar un sabio, un artista, un santo, en el riguroso sentido de la
palabra; si el sabio-artista o el artista-santo en muy contados individuos
surgen, pues un Leonardo de Vinci o un Fray Angélico no todos los siglos los
poseen, ¿cuán raro no será en el mundo encontrar un hombre que sea sabio,
artista y santo a la vez?...
San Gregorio de Nacianzo ostenta esta triple
corona.
¿Le queréis ver revestido con los severos
ornamentos de la ciencia? Estudiadle como teólogo.
¿Le queréis ver envuelto con la graciosa túnica
del arte? Vedle poeta.
¿Le queréis casto, penitente, fervoroso,
humilde, santo, en una palabra? Sorprendedle en los mil detalles de su vida íntima.
Teólogo fue este gran poeta: el Teólogo se le llamó por antonomasia
durante su tiempo, título que solo él y ningún otro doctor de la Iglesia,
comparte con el águila de Patmos, San Juan Evangelista. Teólogo profundo: ¿no leísteis
ninguno de sus discursos pronunciados en Constantinopla contra Eunomio y los
pneumatómacos, en los cuales de modo admirable, con toda exactitud, con toda
lucidez, expone la sublime doctrina de la naturaleza de Dios y de la Trinidad,
de las personas divinas? “Invencibles”, los llama Bossuet, por sus razones
claras, contundentes; por el método preciso, terminante, con que presenta la
teología cristiana referente al misterio de la Beatísima Trinidad. Él confiesa
que ni el entendimiento puede comprender ni las palabras explicar la naturaleza
divina; sin embargo, tan sublime, tan sabiamente se expresa San Gregorio acerca
de Dios y sus atributos, que a veces se llega a ver algo de lo que él anuncia
como incomprensible.
¿Y sus célebres invectivas contra el emperador Juliano, confirmando a los
cristianos en la fe, destruyendo los errores del gentilismo, defendiendo la
Providencia divina y haciendo ver la justicia de Dios?
¿Y sus discursos
exegéticos, de los cuales uno solo ha llegado a la posteridad, aquel donde
con notable erudición se expone la doctrina de los doce versículos primeros del
capítulo XIX de San Mateo?
¿Y sus oraciones morales, sus homilías, sus
panegíricos, donde ruega, enseña, explica los misterios, da reglas de
costumbres; constituyendo todo este admirable trabajo doctrinal, un curso magnífico
y completo de teología en el cual, como artista que era, junta al rigor del
lenguaje dogmático los movimientos, los giros de la más sublime y arrebatada
elocuencia? La sabiduría, sí, brota de su mente, reviste sus palabras, tachona
con luminosos puntos el cielo de sus escritos… ¡Es sabio San Gregorio
Nacianceno!...
(CONTINUARÁ… Pag 166)
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