viernes, 6 de abril de 2012

SAN CELESTINO, PAPA




Si el Papa Celestino I no hubiera hecho más obras en su vida que componer esa oración consoladora, confortadora que añadimos a la salutación angélica, Sancta María Mater Dei, era ya suficiente para que el pueblo católico le mirase con singular predilección.
Hay santos que, con sólo una acción, se hacen acreedores al reconocimiento de los siglos. Bástanos aquel mérito para que nosotros, haciendo abstracción de todos los demás, le prodiguemos nuestras simpatías. San Celestino, como San Pedro Mezanzo –el esclarecido autor de la Salve, según recientes investigaciones-, fue un enamorado ferviente de la Santísima Virgen, en cuyo honor y para esperanza de la doliente humanidad, compuso la breve y hermosa plegaria que todos hemos rezado muchas veces en el curso de nuestra vida: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
El motivo de que San Celestino dirigiese a la Virgen tan tierna oración, fue el siguiente. Contra el dogma católico, Nestorio, patriarca de Constantinopla, se atrevió a enseñar que María no debía ser llamada Madre de Dios.
El ilustre Rivadeneyra, en la pintura que hace del célebre heresiarca, dice que por su origen era alemán, por sus ficciones griego, y por su inconstancia sirio, que “acompañaba su natural con un ingenio travieso, voz sonora, lengua fecunda, acción viva, con la que ganó en los pueblos grande opinión, y por estas prendas y una modestia y santidad fingida de presbítero en la iglesia de Antioquia, le hizo el emperador Teodosio el Menor obispo constantinopolitano, y dio grande lugar y mano en su gracia, haciendo que le admitiese también a la suya el santo Pontífice Celestino”. Pero este papa ilustre, avisado por San Cirilo de Alejandría sobre muchas de las doctrinas heréticas propaladas por Nestorio, encaminó todos sus esfuerzos a deshacer los errores del gran embaucador. Negaba Nestorio en Cristo la unión hipostática de dos naturalezas en un supuesto, y ultrajaba a la celestial Señora queriendo privarla de su glorioso nombre de Madre de Dios. No contento con predicar esta herejía en Constantinopla, escribió cartas y libelos, causando su actitud general consternación entre los fieles hijos de María.
Cirilo de Alejandría, el ilustre carmelitano, publicó, rebatiendo las doctrinas de Nestorio, tres libros que intituló: De recta in deum fide. Mientras, Celestino intentó reducir a Nestorio al verdadero camino de la Iglesia por medio de cariñosas epístolas; pero el obcecado enemigo de nuestros dogmas rechazó toda advertencia y continuó sembrando el mal entre los fieles.
(CONTINUARÁ… pág. 124)