Entre los muchos santos que han enaltecido el
suelo de Aragón, figuran los esclarecidos Voto y Félix, de los que juntamente
hace hoy conmemoración la Iglesia.
Creemos que, ya lo hemos dicho y a hora lo
volvemos a repetir, ocurre con muchos santos lo que ocurre con muchos genios en
las diversas ramificaciones del saber: sus vidas, a pesar de haber sido
suficientemente luminosas para irradiar en todos los siglos, son desconocidas
por la mayor parte de la humanidad.
Esto, cuando se trata de personalidades
ilustres que brillaron un día por sus talentos o sus virtudes en otras naciones,
no ofrece nada de particular, pues no estamos obligados a conocer y catalogar
en nuestra memoria todos los nombres prestigiosos de la humanidad. Pero sí es
extraño, y debe llamarse la atención sobre ello, que la propia nación, acaso en
la misma localidad donde hemos nacido, desconozcamos, no ya los incidentes y
circunstancias de sus hombres famosos, sino hasta el nombre de quienes, en una
u otra forma, enaltecieron el suelo patrio.
Y la ignorancia es más censurable cuando se
trata de un héroe de la virtud, de un santo.
Decimos esto porque hoy, repasando en
calendarios y martirologios de diversas épocas y naciones los santos que conmemora
en el presente día la Iglesia, hemos tropezado con los nombres de dos españoles
ilustres, cuyas vidas desconocerán por completo, seguramente, la mayoría de los
españoles.
Nos referimos a San Voto y a San Félix,
esclarecidos hijos de Zaragoza, a la sombra de cuya ermita se construyó uno de
los monasterios más célebres de la Península: el monasterio de San Juan de la
Peña, plantel de insignes varones de la Orden Benedictina.
Voto y Félix eran hermanos, tan distinguidos
por su calificada nobleza como por su gran piedad. Nacieron en Zaragoza, ciudad
de santos y héroes, en aquellos tiempos de dura esclavitud en que España gemía
bajo el poder musulmán.
Tanto los cristianos de la provincia de Aragón
como los demás de todo el reino, tuvieron necesidad de someterse, si querían
ejercer libremente la religión de Jesucristo, a los crecidos impuestos y
tributos que les impusieron los árabes.
Voto y Félix, como opulentos señores de la ciudad
y fervorosos cristianos, no solamente pagaban el impuesto que les correspondía,
sino que llevados de su gran caridad ayudaban a pagarla a aquellos mozárabes
pobres que no podían subvenir con sus escasos recursos a las exigencias del
fisco musulmán.
Eran ambos hermanos de integérrimas costumbres,
no conociéndoseles otra diversión que la de la caza, por la cual sentían,
especialmente Voto, verdadera afición.
(CONTINUARÁ… pag 517)