jueves, 31 de mayo de 2012

LA VIRGEN DEL AMOR HERMOSO






Hemos llegado al fin de Mayo, al día poético que, como penacho de blancas azucenas en oloroso ramillete, cierra este mes de devociones marianas.
¡El mes de Mayo!... ¡El mes de las flores!... El mundo cristiano no podía elegir, en todo el año, otra época más adecuada para honrar a la Madre de Dios.
En este mes dichoso, la naturaleza, por obra y gracia del Señor, se reviste con sus mejores galas. Todo en ella es luz, color, exuberancia, vida… Nuestros corazones, en presencia de tan magnífico espectáculo, saltan llenos de regocijo, y hay momentos en que, olvidando nuestros desengaños y dolores, bebemos en este ambiente de primaverales esperanzas, la sabrosa alegría de sus horas de sol, que vinieron a sustituir las noches tristes del helado invierno…
Al llegar, la Primavera comunica a todos los corazones robustez y energía, entusiasmo, inspiración. Todos tienen para ella una frase de bienvenida cordial, porque para todos trae en su amante regazo las delicadezas de un tierno obsequio: mariposas de alas brillantes para el niño inquieto que comienza a revolotear en la vida; hebras de sol benéfico para el triste anciano que, al peso de sus años se va inclinando hacia el sepulcro; bonanzas que al marino aseguran una feliz travesía; horas apacibles que permiten al labrador de los campos verter sudores copiosos sobre la tierra; a los poetas, el rumor de la fuente que ya quebranta sus hielos, el piar de la golondrina que ya vuelve a su lar antiguo, el arrobo místico de la naturaleza cuando viene el día…

(CONTINUARÁ… pag 547)

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