El gran doctor de
la Iglesia, San Agustín, en el libro quinto de la Ciudad de Dios, pone estas
palabras acerca de los reyes: “Los reyes no son felices por sus riquezas ni por
su poder; son verdaderamente felices si gobiernan con justicia a los pueblos
que les están sometidos; si no se envanecen con los discursos de sus aduladores
ni en medio de las bajezas de sus cortesanos; si su elevación no les impide
acordarse de que son mortales; si son lentos para castigar y prontos para
perdonar; si emplean su poder en extender el reino de Dios; si prefieren al
reino en que son los amos, el reino en que serán iguales a los demás.”
Juzgando la vida de
San Fernando, puede afirmarse que este glorioso rey fue verdaderamente feliz,
porque toda su vida constituyó un largo combate, una cruzada en la que, como el
pobre trabajador gana el reino del cielo soportando con resignación las penas
de su trabajo, él se santificó esgrimiendo su cetro por la verdad y la
justicia.
Regna propter veritatem…, et justitiam, et deducet te
mirabiliter dextera tua (1) Reina por medio de la verdad y de la justicia, y
tu diestra te conducirá a obras maravillosas. Y esto hizo Fernando, rey de
Castilla y de León.
Un rey santo es el
fenómeno más extraordinario que puede ofrecerse a la consideración de los
pueblos. ¿Por qué? Porque en ninguna parte es tan difícil adquirir la santidad
como en los tronos. La adulación, la intriga, la hipocresía, el engaño, el
bastardo interés, rodean muchas veces el solio de los príncipes. Se necesita
ser un gran carácter para desafiar los mil peligros que brotan al paso de la
planta regia, y para rechazar las miasmas de corrompidas pasiones que se agitan
en torno de aquellos a quienes se halla confiada la alta dirección de los
Estados. Todo hombre débil, cobarde, presto al arrullo de la lisonja y fácil a
la molicie y al vicio, si se halla entronizado en las gradas del poder, caerá rápidamente
en un bajo nivel moral; y en vez de ser monarca prestigioso, orgullo y honra de
sus pueblos, será degenerado príncipe a quien sus súbditos mirarán con
desprecio y para el cual guardará la Historia una página de profunda execración.
Grandes reyes,
pues, son aquellos hombres que, constituidos en el solio saben hacer reinar la
verdad y la justicia, bases únicas de orden y prosperidad en todos los pueblos.
(1)
Ps. XLIV, v. 5.
(CONTINUARÁ… pag
534)
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